martes, 31 de agosto de 2010

Atlas de Geografía Humana, de Almudena Grandes

Este verano he leído este libro por tercera vez. Por supuesto, me ha encantado, como las dos anteriores, y como casi todos los libros de Almudena Grandes, mi escritora favorita.

Narra la historia de cuatro mujeres que están rondando los cuarenta, que trabajan juntas para un proyecto que dura dos años, y la evolución en la vida personal de esas cuatro mujeres, principalmente en el terreno amoroso.

Fran, la jefa, está felizmente casada con Martín, del que está enamoradísima, hasta que descubre que tiene un vacío dentro que no le deja vivir feliz, no sabe si sigue enamorada de su marido, ni qué ha pasado con su relación, ni con el mundo en el que creían, en el comunismo, en una sociedad distinta.

Ana, la ¿maquetadora?. Una mujer separada, con una hija adolescente, a la que tuvo con 18 años tras casarse con su profesor de dibujo del instituto. La “gamberrada” con la que se liga a su profesor es genial. Una mujer que tiene ganas de enamorarse y vivir una temporada en las nubes, pero que cuando lo consigue parece que nadie va a permitirle disfrutar de las nubes, porque sólo hacen que recordarle que su ligue está casado. Entre otras, las personas que se lo recuerdan son su madre, su ex-marido, y hasta su hija.

Rosa, si no era Ana la maquetadora pues lo es Rosa. Una mujer casada con dos niños pequeños que no sabe a dónde han ido a parar los últimos años de su vida, desde que se casó, porque no los recuerda. Recuerda sus años de adolescente, cuando todavía los años estaban alineados y colocados uno detrás de otro, pero desde que se ha casado no recuerda nada. Esta mujer se encuentra en un viaje de trabajo con un fotógrafo, con el que se pasa todo el viaje acostándose, y del que se enamora locamente después, y lo de locamente va en sentido bastante literal.

Marisa, la eterna soltera, como lo fue su tía y casi lo fueron su madre y su abuela. La eterna soltera pero a la que le encantaría encontrar un hombre para dormir acompañada por las noches y que sale de vez en cuando por los hoteles caros de Madrid con la esperanza de ligar bajo el disfraz de mujer ejecutiva y ocupada, inventándose cada noche una vida personal distinta. A la que luego le da vergüenza reconocer quién es su novio, porque le cuesta sentirse orgullosa de un hombre al que nadie llamaría espectacular, por mucho que le guste.

Genial, no quiero ni analizarlo, pero tiene un montón de historias tiernas, o graciosas, o cachondas, o enérgicas, o de dudas humanas, con sus grandes errores, pero que cuando las cuenta Almudena Grandes es imposible no identificarse con ellas y perdonarlas, por que ¿quién no se ha enamorado y ha vivido lo mismo?

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